PRIMER PREMIO DE RELATO CORTO DE ADULTOS
NAIARA SÁNCHEZ INDA
Lema: “No
menosprecies al que parece más débil”
Título: “DE VUELTA A LA VIDA”
Gervasio dormía plácidamente cuando alguien azotó su puerta. Su
mujer se estaba levantando de la cama. Llevaba días sin pegar ojo.
Tenía un presentimiento. Pero Gervasio no creía en esas majaderías.
Se puso el bombacho y bajó rápido.
La cara de su hermano al abrir la puerta le auguró el peor de los
presagios.
- Es tu olivar... -dijo titubeando.- ¡Se ha quemado!
Se le paró el corazón. Fue el segundo más largo de toda su vida.
Tan largo como el que padeció el día que su oncólogo le dijo que
había superado el cáncer de próstata. Le costó recobrar el
aliento y la cordura.
- ¡Ya te dije yo que esta sequía no nos iba a traer nada bueno! -le echó en cara su mujer. - Te iría mejor si me hicieras caso...
Se giró devolviéndole con la mirada cada palabra envenenada que le
había soltado y salió con lo puesto dejándola plantada con la
palabra en la boca. Sabía que el no contestarle le dolía más que
haberlo hecho. Los más de cuarenta años de matrimonio avalaban esa
teoría. Los mismos años que habían oxidado su relación, igual que
la lluvia lo había hecho con sus azadas y demás aparejos. Pero aún
oxidados, éstos seguían siéndole más útiles que su propia mujer.
El paisaje era horroroso. Una gran nube de humo cubría los olivos y
el cielo. Cuanto más se acercaban más insoportable les era
respirar. Aparcaron el todoterreno al lado del de los forales.
- Buenos días. ¿Es usted el dueño? -le preguntó un policía.
- Sí. ¿Pero qué es lo que ha pasado? Cómo puede...
- Estamos investigando, pero parece ser que ha sido intencionado. -Le interrumpió.- Hemos encontrado una botella de cristal con un trapo dentro. Puede ser el foco. ¿Tiene enemigos? ¿Se le ocurre alguien que quisiera hacerle daño?
Gervasio enmudeció.
- ¿Tenía contratado algún seguro? Cuando pueda, revise sus pertenencias. La caseta que tiene está abierta. También necesitamos que nos acompañe para redactar la denuncia y tomarle declaración.
- La caseta está siempre abierta. ¿Qué voy a tener de valor? Soy pobre... ¿Y enemigos? No entiendo nada... Lo del seguro lo sabrán mi hijo o mi mujer...
Gervasio dejó al policía hablando con su hermano y fue a
inspeccionar el terreno. Entró en la caseta. Todo estaba en su
lugar. La foto en blanco y negro de sus padres colgada en el marco
plateado; la mesa coja de madera; las sillas rotas por el paso del
tiempo y el poco cuidado de sus hijos y nietos; los viejos y sucios
aperos tirados en una esquina... Algo le decía que no habían
intentado robarle. También presentía que sus enemigos estaban más
cerca de lo que quería aceptar.
Salió de la caseta y miró con recelo a su hermano. Parecía que se
llevaba muy bien con aquel policía. ¿Estaría intentando ocultar su
interés por aquellas tierras? Había tenido celos de él desde que
eran unos mocetes. Cuando se enteró que Gervasio tenía cáncer, lo
primero a lo que se ofreció fue a quedarse con sus olivares.
Se le estaba nublando la mente. Prefirió dar una vuelta por los
olivos quemados, esperaba encontrar alguna pista que hubieran
ignorado los policías. Al fin y al cabo, nadie conocía tan bien
como él aquel olivar. Le costaba caminar. Se sentía derrotado por
todo aquello. Paró un momento para pensar. Necesitaba reaccionar
cuanto antes y centrarse en lo ocurrido. La palabra “intencionado”
le golpeaba la cabeza como una maza. Al final de la hilera miró a su
olivo especial. No entendía cómo siendo tan pequeño y débil se
había agarrado tan fuerte a la tierra. A punto había estado de
arrancarlo. Pero algo se lo impedía cada vez que quería llevar a
cabo la tarea. Entonces, como por arte de magia, las nubes que
cubrían el cielo dejaron entrever un rayo de sol que se dirigió al
tronco del pequeño olivo. Gervasio miró entrecerrando los ojos por
la inmensidad de luz. Vio lo que nunca hubiera imaginado poder ver.
El tronco del olivo apenas se había quemado. Incrédulo, cerró los
ojos y volvió a mirar. De repente, un escalofrió removió todo su
ser y recuperó la energía que creía perdida. Se acercó, esta vez
con pasos acelerados y el atisbo de esperanza que le había inundado
acabo por desbordarlo del todo.
Podía recuperar sus olivos, pero aún le quedaba saber quién le
había querido hacer daño.
- ¿Reconoce este trozo de tela? Parece de una camisa... Debía estar enganchado en una rama. -preguntó el foral enseñándole un pedazo de camisa chamuscado.- No hace falta que responda rápido. Mírelo bien y piense si lo ha visto antes. Es extraño, pero esta esquina no se ha quemado. Gracias a eso se puede apreciar el color y tipo de camisa.
Gervasio no necesitó pensar. El sabor agridulce de la traición de
quien tan bien conocía le hizo escupir en el suelo.
- Perdone, ¿está bien?
- Sí. Acabo de volver a nacer, igual que aquel olivo de mi olivar. Ha sido el único que se ha salvado. Por mucho que han intentado joderlo no han podido. Pues lo mismo me ha pasado a mí.
- No entiendo nada.
- Cuando ponga la denuncia lo entenderá. -Respondió recordando la camisa de cuadros que le regaló a su hermano el día que el médico le dijo que cogería olivas durante muchos años más.
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